Uno de los mayores desafíos actuales en las grandes ciudades es la crisis habitacional y la falta de soluciones eficientes para mitigar sus efectos en los ciudadanos. Este problema se agrava en ciudades donde el turismo y la vivienda vacacional o temporal predominan en el mercado, alejando a los habitantes locales de la posibilidad de acceder a una vivienda en zonas urbanas y asequibles. Además, la gentrificación, impulsada por el aumento de alquileres y la especulación inmobiliaria, contribuye al desplazamiento de las comunidades locales, transformando barrios tradicionales en zonas orientadas exclusivamente al consumo turístico.
Barcelona ha sido una de las ciudades pioneras en abordar esta problemática, siendo la ciudad española que recibe la mayor cantidad de turistas extranjeros anualmente. Para enfrentar este desafío, la ciudad ha implementado una serie de regulaciones y políticas, como la limitación del número de licencias para pisos turísticos y la promoción de modelos alternativos de vivienda, como las cooperativas en cesión de uso.
La arquitectura puede ser parte de la solución, y así lo propone Lacol, una cooperativa de arquitectos establecida en 2009 en el barrio de Sants de Barcelona. Su trabajo se enfoca en generar infraestructuras comunitarias para la sostenibilidad de la vida, considerándolas una herramienta clave para la transición ecosocial, mediante la arquitectura, el cooperativismo y la participación.
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Cooperativas de vivienda: celebrando la convivencia, la colaboración y la vida en comunidadEl modelo propuesto por Lacol se basa en proyectar y construir viviendas cooperativas como respuesta comunitaria a un problema colectivo. Es decir, proponen una nueva forma de habitar en comunidad, basada en tres pilares fundamentales: 1) La vivienda colectiva y la redefinición de los espacios tanto privados como públicos, fomentando el encuentro y el intercambio vecinal; 2) La sostenibilidad, procurando la calidad ambiental desde la construcción del edificio y a lo largo de toda su vida útil, contribuyendo a minimizar el costo energético; y 3) La participación activa de los usuarios finales desde el inicio del proyecto, de manera que puedan continuar gestionando conscientemente el espacio.
Para nosotros, este último es uno de los principales vectores que guían nuestros diseños. Entendemos la sostenibilidad, sobre todo, a partir de la implicación de los habitantes, buscando reducir la demanda y el consumo de energía y materiales, tanto durante la concepción como en el uso del edificio.
En conversación con el equipo de Lacol, repasamos el modelo y su metodología de trabajo mientras hacemos un recorrido por sus más recientes obras: Edificio La Borda y la Vivienda cooperativa la Balma, proyectado junto a Laboquería .
ArchDaily (Paula Pintos) ¿Cuáles son los mayores problemas que identifican dentro de la crisis habitacional en las grandes ciudades, y particularmente en Barcelona? ¿Cómo debe la arquitectura contribuir a resolver esta crisis?
Lacol: El mayor problema que observamos, especialmente en grandes ciudades como Barcelona, es que la vivienda se trata como un bien especulativo y un producto financiero, o incluso se pone al servicio del turismo. La única solución es entender la vivienda como un derecho, enfocándonos en su valor de uso, no en su valor de cambio. La arquitectura puede ser una herramienta al servicio de la especulación —generando viviendas más exclusivas, destinadas a unos pocos privilegiados o para maximizar la plusvalía— o puede ponerse al servicio del derecho a la vivienda, buscando fórmulas para crear viviendas más asequibles, sostenibles e inclusivas.
AD: ¿Cómo surgieron los primeros proyectos de vivienda cooperativa transformando el modelo de vivienda colectiva tradicional?
En el caso de La Borda, fue una respuesta desde Can Batlló, un espacio autogestionado desde 2011, ante la crisis de vivienda. La vivienda cooperativa en cesión de uso ya llevaba años estudiándose en Cataluña, con algunos casos de éxito, aunque sobre suelo privado en áreas rurales. El mayor desafío era implementarlo en suelo urbano destinado a vivienda social.
AD: ¿Cómo es el modelo de Lacol? ¿Que soluciones aparecen desde la arquitectura?
Nos interesa la vivienda cooperativa porque es una respuesta comunitaria a un problema que es colectivo —el acceso a la vivienda— aunque nos han hecho creer que la solución solo puede ser individual, a través de la compra o alquiler. La gestión comunitaria de la vivienda colectiva permite que surjan soluciones arquitectónicas que serían difíciles de implementar de otra manera. No puedes pensar en una cocina comunitaria si no hay una estructura social que la respalde.
AD: ¿Cómo es la estructura del equipo y en particular el rol del arquitecto? ¿Cómo son los procesos de trabajo?
Intentamos trabajar de la manera más horizontal posible. Aunque un proyecto lo gestionan una o dos personas, hay muchos momentos de creación colaborativa entre los miembros de Lacol. Al final, el proyecto se firma colectivamente, por lo que todos debemos sentirnos representados. También nos gusta que nuestros proyectos sean lo más participativos posible. En el caso de la vivienda cooperativa, nos sentimos muy cómodos, porque tenemos un grupo estable con el que trabajamos desde el inicio, muchas veces desde la búsqueda del solar o edificio y la definición de las necesidades básicas del proyecto.
AD: ¿Cuáles son los mayores beneficios que trae esta metodología y consecuentemente, el estilo de vida en la vivienda colectiva?
El resultado es una vivienda más adaptada a las necesidades reales de las personas que la habitarán, sin seguir las lógicas del mercado o las ideas preconcebidas que nos han impuesto. Esto nos está llevando a ver un resultado con más espacios compartidos, viviendas adaptables en el tiempo y otras formas de convivencia.
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